Si bien es cierto, como decíamos en el punto anterior, que el cine bebe de todas las demás artes, hay que tener en cuenta que, en base a la amalgama de todas ellas, acaba por construir un lenguaje propio y específico.
El nacimiento de este lenguaje, curiosamente, se produce a una enorme velocidad si lo comparamos con el resto de disciplinas artísticas. Así, si en la historia de la pintura el arco temporal que separa a Altamira de Kandinski es de más de 30.000 años, el cine no tardará mucho más de dos o tres décadas en haber consolidado un lenguaje propio que, curiosamente, apenas difiere del que se emplea en las películas que vemos actualmente en las salas.
Los primeros treinta años de la historia del cine servirán, por tanto, para consolidar lo que se viene conociendo en historiografía cinematográfica como Modo de Representación Institucional (MRI), término acuñado por el teórico Noel Bürch en 1968 en su obra fundamental La praxis del cine.
¿En qué consiste ese Modo de Representación Institucional? Pues, ni más ni menos que en toda una serie de convenciones y códigos que adopta el lenguaje cinematográfico para que, a la hora de contarle una historia al espectador, ésta sea comprensible para él.
Estas normas actuarán imponiendo al espectador esa ilusión de continuidad y transparencia de la que ya hablábamos al principio, en la introducción. Pretenderán que no se dé cuenta del artificio que hay en la propia confección del filme y, a su vez, en función de una serie de decisiones y elecciones, cargarán de significado las imágenes para que se entiendan de una determinada manera.
Así aparecen toda una serie de elementos o rasgos estilísticos codificados para expresar cosas concretas al espectador: tamaños de plano, movimientos de cámara, angulaciones, montajes paralelos y alternos, etc…
Todos estos elementos son los que permitirán que una misma narración pueda ser contada de infinitas maneras: ya no se trata de retratar lo que ocurre en un escenario sino que hay todo un abanico de posibilidades que nos permiten articular el punto de vista de un modo concreto, y enfatizar elementos.
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